lunes, 28 de noviembre de 2016

A orillas del Tahoe

En aquellos tiempos (ya lo he contado en alguna ocasión) mis relaciones con el sheriff de Sacramento no pasaban por su mejor época.
Para ser más exactos, mi situación con respecto a la principal autoridad policial del condado atravesaba por un momento comparable al que solía presidir la convivencia que caracterizaba la mantenida por el protagonista de la principal obra de José Mallorquí con los representantes de la ley de aquel nuevo estado de la Unión a mediados del siglo XIX, y que, generalmente, era poco amistosa.

Pese a que el verdadero responsable de aquel conflicto no era yo, sino mi amigo Steve, y sin tener en cuenta mi condición de modestísimo hacendado californiano (en esto, sin embargo, mi situación no era comparable a la de D. César de Echagüe), la actitud del sheriff hacia mí nunca fue, digamos, cariñosa.

No era, por lo tanto, raro que yo procurase reducir mi estancia en Sacramento al mínimo imprescindible, lo que justificaba mis escapadas al cercano lago Tahoe e, incluso, al vecino estado de Nevada.

Montañas, pinares y aguas cristalinas

El impresionante Tahoe, famoso por sus magníficos paisajes montañosos, cubiertos de frondosos bosques y la claridad de sus cristalinas y purísimas aguas, es, en verdad, grande. Casi podríamos decir (exagerando muy poco) que tiene una superficie similar a la de la isla de Ibiza, bañando en su orilla oeste California, mientras que su lado oriental se extiende, de norte a sur, junto a las tierras de Nevada.

A casi dos mil metros de altura y protegido por una gran reserva natural, la naturaleza presenta en el entorno de sus más de cien kilómetros de costa un ambiente típicamente alpino, en el que el visitante puede disfrutar tanto en invierno como en pleno verano.

Pero en tiempos no tan lejanos, el lago tuvo otro nombre: Bigler. Puesto en honor de John Bigler, tercer gobernador de California y personaje muy popular en el joven estado en aquellos años. Su favorable predisposición hacia la causa sudista, no gustaba nada a muchos políticos y militares influyentes, lo que, tras algunas alternativas, provocó que el lago dejase de ser conocido por el apellido del gobernador y acabase con su nombre actual, políticamente mucho más correcto, pese a estar derivado de una errónea pronunciación de su nombre original en la lengua de sus antiguos habitantes, los Washoe.

El lago, en verano





La famosísima serie de televisión Bonanza contribuyó a la popularidad del Tahoe. El inmenso rancho de los Cartwright se extendía junto al lago, en tierras de Nevada, próximo a la ciudad minera de Virginia City, y sus aventuras amenizaron durante años las tardes de los televidentes de todo el mundo.
Rodada en color, es recordada por todos nosotros en blanco y negro (tal como la vimos) y ha quedado para siempre como una de las más duraderas de la historia de la televisión. En Estados Unidos se mantuvo once años en pantalla (entre 1961 y 1972), alcanzando las más altas cotas de audiencia, al igual que en muchos otros países.

Yo nunca visité Virginia City (ya convertida en un recuerdo de lo que fue), pero sí llegué hasta Reno, ciudad que es para los residentes en el norte de California lo que Las Vegas es para los del sur, es decir, el paraíso del juego. 

No es un lugar que se cuente entre mis favoritos, aunque debo reconocer que, al menos en aquellos tiempos (no me refiero a los de Bonanza, en los que yo creo que aún no se había fundado la ciudad de Reno, pese a aparecer en el famoso mapa que ardía durante la presentación de cada capítulo, sino a los de mi estancia en California), el MGM-Grand era un casino que llamaba la atención a quienes no conocíamos más que otros más clásicos, como los de Biarritz o Montecarlo.

El MGM-Grand era, en realidad, un hotel. Un hotel que, aparte de contar con dos mil habitaciones y todo tipo de instalaciones para congresos y celebraciones, albergaba en su planta baja al mayor casino del país. Su sala principal tenía las dimensiones de un campo de fútbol y pasear por ella se convertía para el visitante en todo un espectáculo. No hacía falta jugar, bastaba con moverse entre mesas con tapete verde y cientos de máquinas tragaperras, cuya música, luces y colorido atraían a un público frenético, dispuesto a dejarse un buen puñado de dólares a cambio de una explosión de adrenalina.
La primera impresión la recibías en la misma entrada, donde un melenudo león (llamado Metro) te recibía, dispuesto a dejarse retratar contigo, si tenías suficiente ánimo para intentarlo.
Sinceramente, tras pasar un día allí parecía difícil aceptar que aquel próspero y multimillonario negocio estuviese predestinado a sufrir las consecuencias de una grave crisis (dicen que originada por la ley conocida como Indian Gaming Regulatory Act) que acabase con las sucesivas ventas de la propiedad, hasta llegar a nuestros días bajo el nombre de Grand Sierra Resort. 

Reno (Nevada)





Reno es el contrapunto del lago Tahoe. Una ciudad que se hace llamar a sí misma 'The Biggest Little City in the World' y que resplandece con sus luces bajo la atenta mirada de las montañas de Sierra Nevada, poco tiene que ver con los tranquilos y bucólicos paisajes de las riberas del lago, entre los que destaca la pequeña bahía conocida como Emerald Bay.

Emerald Bay





De este rincón del lago, todo es memorable, desde su playa (para quienes no se asusten de una temperatura del agua nada caribeña) hasta su célebre isla, Fanette Island (la única que existe en el Tahoe) y que es conocida por estar en ella los restos de la 'Tea House' de Mrs. Lora Knight, dueña de aquellas privilegiadas tierras en los años veinte del pasado siglo. Antes la había habitado (entre 1863 y 1873) el excéntrico capitán Dick Barter, quien, tras construir en la isla su propia tumba y una capilla, nunca pudo ser enterrado en ella ya que desapareció un poco más al norte, durante una tormenta. Concretamente en Rubicon Point, donde se encuentra el faro más alto de los Estados Unidos (no por el tamaño de su torre, sino por estar situado a casi dos mil metros sobre el nivel del mar).

Desde una ventana de la 'Tea House' de Fannette Island



Hace mucho que no he vuelto por aquellos parajes de inmensos pinares y altas montañas, algo que espero hacer pronto, siempre y cuando haya constatado, de forma fehaciente, que el viejo sheriff del condado de Sacramento ha dejado de tener cualquier tipo de relación con las actuales autoridades de California, claro está.

Las cristalinas aguas del Tahoe y Sierra Nevada